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Familia
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Sunday, February 3, 2013

¿Quien es el BOLILLO?





Generalmente no hablo mucho de mí o de mi historia, la verdad no lo hago porque por increíble que parezca y aunque sé que alguno de ustedes creen que por como soy, algo debió haber ocurrido en mi pasado, pero debo insistir que pese a los rumores, no soy descendiente de alienígenas ni resultado de ningún experimento genético avanzado o moldeado mi carácter debido de un ambiente infantil adverso, es decir no fui criado ni por delfines ni por dragones de Komodo.



Aunque honestamente para los estándares del siglo XXI mi familia es sumamente atípica, es decir vengo de una familia que cada vez es más raro encontrar, vengo de una familia amorosa y muy unida, mi padre es un buen hombre, inteligente, honrado y trabajador, mi madre nos ama mucho pero debo prevenirlos, mujer sumamente inteligente y no solo eso, su pasión por la lectura raya en lo obsesivo compulsivo y es con mucho una de las personas más cultas que te puedes encontrar (Muy dura en su argumentación, de hecho cuando perfeccione el viaje en el tiempo lo primero que voy a hacer viajar al pasado y prohibir que las mujeres lean, comprobado que son peligrosas), mis hermanos, hombres cabales, excelentes esposos, padres y jefes de familia, no quiere decir que no tengamos diferencias, de hecho algunas son enormes (Con toda la pena debo confesar lo inconfesable, uno de mis hermanos es…….no puedo decirlo, es…. TIGRE, le va a los Tigres, y a pesar de eso somos muy unidos, aun asi hay signos de cordura, El esta consiente que la Coca es mejor que la PEPSI asi que aun hay esperanza) de hecho cuando se escriba mi biografía quiero que empiece más o menos asi:



“Sus Padres tuvieron 3 hermosos hijos, el mayor ligeramente más que los otros………”



En fin, Voy a hacer un salto hasta mis años de estudiante en el TEC; ahí tuve un compañero en la carrera de ingeniero en electrónica a un personaje al que llamamos MEMO CHIRISTIS, El Chiristis es una de las personas con el IQ más alto que he conocido en mi vida, Inteligente, incisivo, ávido lector, pianista consumado y cuya platica es sumamente agradable, diría efervescente, cualidades que invarialemente mueven a uno a la mas sublime de las profesiones: Profesor, d hecho me cuenta que da una de mis materias favoritas, Campos electgromagneticos, (materia solo apta para muy pocos iniciados) y mas allá, el CHIRISTIS es mi amigo, amistad que se forja en muchas horas de flojera tumbados en la banqueta, platicando de todo y de nada, con el apoyo del infaltable cigarrillo, herramienta indispensable en la forja del conocimiento intrascendente.


Gracias a la magia (¿Negra?) del Facebook nos encontramos de nuevo y me entero que fui víctima involuntaria de una serie de artículos que de una u otra forma evocan alguna de aquellas conversaciones, sin más preámbulo les dejo a continuación la primera de dos cartas que de alguna forma hablan de su servidor y que con el debido permiso les comparto.







Luis G. Euresty



LA EXTRAÑA CONJETURA DEL BOLILLO.



"Las coincidencias son juegos de palabras espirituales."

Gilbert Keith Chesterton.



Debo a mi amigo Rodolfo S** el conocimiento de esta extraña especulación. En mi juventud de estudiante, llamábamos a Rodolfo por su mote: "El Bolillo". Así me referiré cariñosamente a él de aquí en adelante… esperando que no se moleste. (En aquel universo regiomontano a mis amistades "regias" parecía agradarles mucho más que se les llamara por su apodo).



Recuerdo que el Bolillo y yo pasábamos muchas tardes conversando, fumando un cigarrillo. Los dos padecíamos la enfermedad de los ensueños (mal que padecen los lectores empedernidos).



Intuyo que tal vez todo este embrollo empezó cuando nuestro mutuo amigo Alejandro, se encontró una interesante antología de historias. Alex leía solamente de vez en cuando, pero un día, después de terminar su tarea en la biblioteca, le quedó tiempo para husmear en los estantes de las secciones de literatura. El título preciso de la antología se me ha nublado con el transcurso de los años. Era algo así como: "Historias que me asombraron", o algo parecido. El caso es que en tal antología se incluía el relato: "De Imposibilitate Vitae" de Stanislaw Lem.



Alex me recomendó la lectura de dicha historia, y a mi vez, se la hice leer al Bolillo. Baste decir que todo en ella gira acerca de la validez de la teoría de probabilidades, la cual habíamos estudiado recientemente como parte de nuestra formación como ingenieros.



Pasaron algunos años después de esta lectura, al cabo de los cuales en una de esas tardes de conversación con el Bolillo, discutíamos la razón por la que los chilangos le decían "Fray Servando" a la calle que ahí en Monterrey se llamaba "padre Mier". Cuando de repente el Bolillo puso esa expresión grave en el rostro que nos anuncia que se aproxima algo extraordinario en lo que va a expresar nuestro interlocutor. Aspiró el humo del cigarro con gran intensidad y comenzó a decir:



—Imagínate que estamos en el centro de la ciudad, por ejemplo, en la calle Juárez



—En Juárez con padre Mier— agregué burlonamente.



—Y como no tenemos mucho que hacer, nos dedicamos a observar los zapatos de las personas.



—¡De las muchachas! — dije inmediatamente en son de broma (único son que me caracterizaba).



—¡Sí!, — continuó el Bolillo — imagínate que observamos los zapatos de las mujeres y que nos interesa solamente el color de sus zapatos. Van a pasar muchos zapatos negros, zapatos cafés y de todos los demás colores que son comunes en los zapatos. Podríamos estar ahí todo el día, hasta que por fin veamos con alegría unos zapatos color rosa mexicano o verde limón.



—¿Y qué con eso? ¿Adónde quieres llegar?— le pregunté fingiendo seriedad.



—Estoy seguro que cuando por fin aparezca ese color extraño, a unos cuantos pasos aparecerá otra muchacha con unos zapatos del mismo color… caminando majestuosamente. Las extrañezas ocurren en pares, o tal vez en tripletes o pequeños racimos…— el Bolillo se mostró liberado de haber soltado por fin aquella carga, y satisfecho… le dio otra larga bocanada a su cigarrillo.



Después de un largo silencio, solté aquella carcajada ritual que solíamos emplear cuando uno de los dos se enorgullecía demasiado de sí mismo. El Bolillo se sonrojó ligeramente y en los meses que siguieron aguantó estoicamente todas las burlas que le formulamos respecto a…. la "gran conjetura".



Han pasado ya casi veinte años desde entonces, a menudo he recordado la mencionada conversación. Alguna vez acababa de leer sobre cierto pianista europeo y en las siguientes semanas vino a dar un concierto a Celaya, en donde ahora vivo y me dedico a dar clases.



Otra vez, hace un par de años, acababa de leer ese ensayo de Borges que se titula: "Nuestro pobre individualismo". En el que se lamenta de la forma de ser argentina (y tal vez latinoamericana) y donde nos menciona cierta noche de la literatura argentina:



"esa desesperada noche en la que un sargento de policía rural gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra sus soldados, junto al desertor Martín Fierro."



Cuál no sería mi sorpresa, cuando antes de que pasara una semana, al encender el televisor como a las tres de la mañana, me encontré presenciando la escena anterior representada en una película sobre Martín Fierro. (Me encontraba de vacaciones, por eso me podía desvelar hasta las cinco de la mañana). Claro… no tengo pruebas materiales de nada de lo anterior, pero no se puede decir lo mismo de lo que vendrá a continuación.



Por los comienzos de noviembre de 2003, había empezado a leer por fin la Utopía de Tomás Moro, lectura que había pospuesto una y otra vez. También para ese entonces, había adquirido el número de noviembre de la revista "Letras Libres", como me había acostumbrado a hacerlo cada mes, desde hacía algún tiempo. También, le acababa de relatar unos días antes mis recuerdos de la famosa conversación con el Bolillo, a mi amigo, el joven escritor Neftalí B*, quien es el único testigo silencioso de todo lo que sigue. Numeraré uno a uno los hechos:



No. 1.-

Mi ejemplar de la Utopía es de la colección "SEPAN CUANTOS" de Ed. Porrúa (Núm. 282 de dicha colección). El prólogo está escrito por Manuel Alcalá, y en él, se puede leer en sus primeras páginas la etimología de la palabra Utopía:



"No es éste el sitio de ver cómo Don Vasco hace realidad en México lo que en las palabras del canciller de Enrique VIII no existía en tierra alguna. Que tal es, cabalmente, lo que el título de su obra implica: Utopía, "voz griega cuyo significado es no hay tal lugar", como nos dice Quevedo en la Noticia, recomendación y juicio a la traducción española de la Utopía impresa en Córdoba en 1637". (prólogo de la Utopía pag. x)



Cuando cierta noche leí estas palabras, pensé en que habría podido deducir su significado con lo poquito que sabía de raíces griegas y una pizca de reflexión, sin embargo era increíble para mí, que a estas alturas de la vida… apenas me fuera enterando de este hecho.



A la noche siguiente, me encontré para mi sorpresa en el número de noviembre de "Letras Libres", un artículo en la sección de Libros… exactamente en la página 88, tenía el título: "No hay tal lugar"; estaba escrito por Mauricio Molina y con el subtítulo de: una utopía espiritual; reseñaba el libro: "No hay tal lugar", cuyo autor era Ignacio Solares.



Le mencioné este hallazgo singular inmediatamente al día siguiente a Neftalí, quien sonrió con escepticismo.



No transcurrió más de una semana, cuando cierta mañana en la que me levanté más temprano que de costumbre (que no suele ser ni muy temprano… ni muy seguido), escuché en el infame radio que me despierta, el ofrecimiento a manera de regalo, de cierto libro de Augusto Monterroso, titulado La Brevedad. El locutor leyó un fragmento de un relato del libro y mencionó que sólo había que acudir a determinada librería de la localidad y mencionar la estación radiofónica, ya que era el 12 de noviembre: "DÍA NACIONAL DEL LIBRO". Fue así, como en el pleno sol de las tres de la tarde Neftalí y un servidor fuimos juntos a solicitar cada cual su ejemplar. Ejemplar que estuvimos a punto de no obtener… ya que de no haber sido por una amiga de Neftalí que casualmente se encontraba a la puerta de la librería y que nos sugirió esperar un poco la llegada de la dependiente que regresaba de comer… sin duda nos hubiéramos rendido ante el calor insoportable de aquella tarde otoñal.



El librillo hacía honor a su título y era realmente breve (aunque enorme en calidad), al inspeccionar la cubierta trasera, tenía los logos del "Día Nacional del Libro", de la SEP, de la "Cámara de la Industria Editorial" así como de la "Asociación Nacional del Libro, A.C."



Mi forma de leer es muy caótica y caprichosa. Para empezar, nunca lo hago de día. Particularmente en este lapso, di por leer una noche una cosa, y otra noche otra. Fue así como La Brevedad y Letras Libres mantuvieron la siguiente conversación:



No. 2.-

Gabriel Zaid había abordado en sus más recientes entregas a Letras Libres, el tema de los géneros literarios breves. En el número de noviembre su artículo apareció en la página 69 y se titula: Del microtexto al yo. Su ensayo comienza así:



"Los primeros textos fueron breves, orales, anónimos. Estas características tuvieron evoluciones separadas, en un largo proceso que va de la creación anónima al protagonismo del autor, de la oralidad a la escritura, del microtexto a las obras completas." (Letras Libres, noviembre de 2003, pag. 69)



Por su lado, en las primeras páginas de La Brevedad se puede leer al mismo Monterroso que escribe a manera de prólogo:



"Me gustan la claridad, la firmeza, la precisión (que viene a ser lo mismo que la concisión), de lo que no se desprende necesariamente la brevedad. Considero la brevedad no como un término de la retórica sino de la buena educación." (La Brevedad, pag. 11)



No 3.-

Hugo Hiriart escribe en el mismo número de noviembre de Letras Libres el ensayo titulado De que se ríe la gente. En el fragmento que transcribo a continuación, menciona a Thomas de Quincey y a su obra Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes:



"Prefiero el humor lateral, oblicuo, que aparece como que no quiere la cosa en la seriedad. Uno de los maestros de esa deleitosa hipocresía es, claro, Thomas de Quincey, y en esto nada como su insuperada obra maestra Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes." ( Letras Libres, noviembre de 2003, pag. 18)



En La Brevedad, se puede leer al final del cuento Las Ilusiones Perdidas:



"En El asesinato considerado como una de las bellas artes el inglés Thomas de Quincey exalta la belleza de los crímenes bien realizados; éste no lo fue y más bien parecería cometido entre nosotros dije yo.

Y, todos de acuerdo, dimos por cerrado el caso." (La Brevedad, pag. 103)





No. 4.-

En Letras Libres, Jorge Brash colabora en la sección titulada Letras/ Letrillas / Letrones con el artículo: Dylan Thomas a 50 años de su muerte. En cuyo final se aborda el tema de los días finales de Dylan Thomas:



"Luego de varias invitaciones a Estados Unidos, en calidad de conferenciante, las cuales le permitían sacar a flote la economía familiar, viene una vez más a América, ahora con el designio de escribir el guión para una ópera en colaboración con Igor Stravinsky. Desde el precario equilibrio emocional que fomenta su creciente alcoholismo, la vida se torna un laberinto angustioso y desolador, y más hallándose lejos de Caitlin. En esos días intenta también dar los últimos retoques a Under Milk Wood, comedia radiofónica que recibirá calurosísimos elogios de Edith Sitwell. Deprimido como estaba por sus recientes dificultades matrimoniales, bastaron unas cuantas semanas para que tanto el alcohol como los recursos farmacológicos que se intentaron para contrarrestarlo (entre otras cosas, le administraron altas dosis de cortisona y morfina por vía intravenosa) acabaran con la vida de Dylan Marlais Thomas el 9 de noviembre de 1953. Sus Collected Poems (1934-1952) siguen reeditándose ." (Letras Libres, noviembre de 2003, pags. 104-105)



En La Brevedad, se encuentra el cuento corto El informe Endymion, en el que Monterroso nos relata las andanzas de cuatro latinoamericanos a los que une la admiración compartida hacia Dylan Thomas, cito el fragmento donde se menciona su final:



"Una vez en Nueva York, a donde arribaron con toda felicidad el 21 de abril, día de inauguración de la Feria, se dirigieron sin perder un minuto a Greenwich Village, y de manera precisa al número 557, Hudson Street, donde se encuentra The White Horse Tavern, en la que el dicho Dylan Thomas acostumbraba emborracharse un día tras otro (taberna que por cierto no hay que confundir con el Woody´s Bar and Grill, en el que Thomas ingirió la desolación de los dieciocho whiskies solos y finales que lo llevaron directamente al delirium tremens, de éste a la calle Once y la Séptima Avenida, St. Vincent´s Hospital, y de aquí a la tumba; bar, dicho sea de paso, hoy derrumbado, pero que en sus días de gloria se hallaba en la esquina de la Sexta Avenida, llamada también Avenida de las Américas, con la Calle Nueve)" (La Brevedad, pag. 69)



Dos coincidencias más, tal vez las más extrañas, faltan por enumerar. La siguiente se produjo entre La Utopía y La Brevedad.



No. 5.-

Copio el siguiente fragmento del prólogo antes mencionado de La Utopía:



"El género epistolar anda un tanto de capa caída en nuestros días. El mote comercial norteamericano nos lo recuerda con su perentorio "no escriba, telegrafíe". Pero ello no era así en la época de Moro y Erasmo. Que ambos fueron constantes y prolíficos corresponsales con medio mundo. Si bien Moro escribió menos cartas que su amigo." (prólogo de la Utopía pag. xxxii)



Por su lado en el prólogo de La Brevedad se lee:



"Cuando vine a México tropezaba mucho con un anuncio que decía: "No escriba; telegrafíe", que yo interpreté al pie de la letra y quizá, habiéndolo tomado demasiado en serio, sea de donde procede mi tendencia a escribir con brevedad, o por lo menos frases breves." (La Brevedad, pag.12)

De la coincidencia que sigue, solamente me di cuenta hasta que escribí la segunda y la tercera:



No. 6.-

Thomas de Quincey, Dylan Thomas y Thomas Moore eran ingleses, escritores y compartían el nombre Thomas.



No recuerdo exactamente en que orden me fui dando cuenta de las coincidencias, pero se las fui mencionando al paciente Neftalí con excepción de la última. Él me atendía con la atención y amabilidad que le caracteriza, aunque yo sé muy bien que tal vez sea la persona más cartesiana y escéptica que he conocido, lo cual me resulta muy simpático… porque quizá yo sea la segunda.



Como nuestra mente se negaba a lo sobrenatural, dimos por buscar explicaciones. La más rotunda fue elaborada por Neftalí, a la manera de una especie de principio de incertidumbre en el que el observador altera lo observado: "Las coincidencias flotan siempre por ahí en todas las lecturas, solamente que esta vez Ud. estaba sensible para encontrarlas… eso fue todo. Su mente estaba abierta para verlas con mayor claridad que otras veces". Dicho argumento me pareció convincente, porque quería que me resultara así… porque me tranquilizaba.



Otra noche le daba vueltas en la mente al mismo tema, mi pensamiento se preguntaba si las coincidencias estaban de alguna manera reglamentadas… si tenían alguna normatividad. Por ejemplo: ¿Cuánto tiempo tiene que pasar entre dos eventos para decir que son una coincidencia? (¿Unos segundos? ¿Un minuto? ¿Unas horas? ¿Unos días?… ¿menos de un año?…¿Depende del tipo de evento de que se trate?) Estaba en esto, cuando recordé aquel famoso calendario cósmico de Carl Sagan. Ése en el que todo el tiempo del Universo está repartido en un solo año. En ese año cósmico la vida en la Tierra está condensada en los últimos minutos del último día del año, del 31 de Diciembre. Así que tal vez esto era una respuesta. Quizá todos los eventos que tienen que ver con la vida en el planeta son coincidentes, ya que están constreñidos en muy poco tiempo… si se le compara con el tiempo que ha madurado el Universo todo. Si aceptamos esto último, nos tranquilizamos aún más, pues no solamente refuta el problema, sino que mejor todavía… lo desformula. Bajo esta nueva óptica, la coincidencia en un tiempo tan corto de todos los escritores humanos los convierte en un mismo homme de lettres increíblemente versátil y omnisciente, como quería que fuera la obsesiva idea de uno de sus más preclaros nombres: Borges. Por tanto, no debemos sorprendernos que algunas veces este superamanuense repita ciertos temas. (Emerson notó cierta unidad entre todos los libros y Shelley creía que cada poema era sólo un fragmento de un único poema)



Así que no debemos preocuparnos mucho por estas cosas, ni mucho menos asombrarnos. Claro que no, no debemos mostrar asombro, ni coraje, ni tristeza… si se da el caso que de todos los bares de la Tierra… de todos los bares que existen en Casablanca… nuestra Ingrid Bergman llegase a entrar para encontrarnos en él, después de muchos años y a muchas leguas de distancia de donde la conocimos.



Más allá de una refutación, apelando mas bien al sentimiento del corazón que a los razonamientos. Descreo de la validez de la conjetura del Bolillo y más aún… descreo de la mayoría de lo que está escrito aquí. De buena gana preferiría negar cualquier relación con todo esto… Presiento que ni el Bolillo, ni lo que aquí se relata fue verdadero; y que tal vez todo se trata de una miserable ficción inventada por quien suscribe estas páginas…



P:D. El epígrafe al prólogo de la Utopía en la edición citada es el siguiente:

"Tomás Moro es más importante en este momento que en cualquier otro desde su muerte, más aún quizá que en el gran momento de ella; pero no es tan importante como lo será de aquí a unos cien años. Se le llegará a considerar como el más grande de los ingleses, o por lo menos como el mayor personaje histórico de la historia inglesa."

G.K. Chesterton.

No había notado el nombre del autor hasta que ya había seleccionado la frase con la que se da comienzo a estas páginas.

L.G.E.




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